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Práctica adulta - 6, ¿Todavía falta algo?. Muhō Nölke

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El mes pasado escribí sobre la “práctica del adulto” usando las dos primeras de las “ocho cosas de las que se da cuenta un verdadero adulto”, que son “pequeño deseo” y “saber que se tiene suficiente”. Dije algo sobre el hecho de que ser un adulto significa darse cuenta de que lo que la vida te ofrece en este preciso momento ya es suficiente, y que no hay ninguna necesidad de buscar algo mejor en otro lugar. Cuanto más deseas más te parecerá que algo falta, y eso te causará sufrimiento. Entonces, un adulto simplemente deja de desear más que lo que la vida le ofrece justo aquí y ahora.

Esto puede sonar muy bonito, pero ¿no crees que es mera teoría sin ninguna relación con la realidad en la que vivimos? Si fuese así, deberías dejar de leer esto ahora mismo, y yo debería dejar de perder el tiempo escribiendo. Pero por supuesto, estoy intentando hablar no sólo de teoría, sino tratando de arrojar algo de luz en lo que llamo “práctica del adulto”. “Práctica” significa vida diaria, y nunca “teoría”, a pesar de que a veces la teoría puede ayudarnos a aclarar nuestra práctica. Tenemos que tener cuidado en no teorizar sobre nuestra práctica, sino en ponerla en práctica, darse cuenta y manifestarla en nuestra vida. Si no nuestra práctica realmente se convertirá en mera teoría.

Entonces, ¿por qué es que conceptos como “pequeño deseo”, “saber que se tiene suficiente” o “darse cuenta de que uno ya tiene suficiente si deja de desear más de lo que la vida nos ofrece en este momento” nos suenan como teorías vacías? ¿No será porque todavía en el fondo seguimos pensando que “todavía falta algo”, aunque hayamos entendido intelectualmente que la realidad tal y como se presenta ya es suficiente? Yo creo que aún después de años de práctica del budismo tenemos esa sensación de que “algo falta”. Todavía queremos algo mejor, un poquito más de caramelos, de felicidad o de iluminación. Entonces en vez de contentarnos con lo que la vida nos ofrece justo ahora, si somos honestos con nosotros mismos, nos daremos cuenta de que nunca tenemos suficiente con lo que tenemos y que siempre deseamos más, aunque no sepamos ni siquiera qué es lo que falta exactamente. ¿Por qué será?

Sawaki Kodo Roshi dice: 

¿Algo falta en zazen? ¿Qué falta? A zazen no le falta nada, ¡es solo el iluso del humano que se sienta en zazen que piensa que algo le falta!                                                                                    Algo falta – solo siéntate en zazen. Algo falta – practica zazen con tu cuerpo. Algo falta – manifiesta zazen con tu cuerpo.

Pero, ¿por qué falta algo? Si “la práctica del adulto” realmente significa dejar de desear más de lo que la vida nos ofrece justo ahora, ¿cómo podemos pensar que falta algo? Por lo menos durante zazen, deberíamos pensar que realmente no hay nada que falte, ¡que ya tenemos todo lo que necesitamos!

Sawaki Roshi da una respuesta cuando dice que “es el iluso del humano que se sienta en zazen el que piensa que falta algo”. No hay ningún fallo en el zazen que practicamos. Son solo nuestros ilusos y engañosos pensamientos que acompañan a la práctica los que nos convencen de que “todavía falta algo”. Entonces, para nosotros que somos seres humanos ilusos, siempre falta algo. Es así de natural. Por otro lado, no debemos de olvidar que al mismo tiempo que somos seres humanos, también somos buda. Ser buda significa estar conectado con la realidad absoluta en la que no es posible que nunca falte algo. Aún cuando pensamos que todavía nos falta algo, una parte de nosotros se da cuenta perfectamente de que no se puede desear más de lo que tenemos. Somos a la vez seres ilusos y budas, a la vez infantiles y adultos. Yo creo que todos tenemos esta estructura doble, casi esquizofrénica, de la mente, y no creo que sea posible descartar ninguna de las dos partes en favor de la otra. El problema entonces, para un verdadero adulto, es cómo estas dos partes se relacionan entre sí. ¿Quieres vivir tu vida dejándote llevar por esa parte infantil que siempre clama que falta algo? Un verdadero adulto se sienta, estable, en esta realidad donde “algo falta todavía”, manifestando zazen con su cuerpo aún cuando sus pensamientos desean “algo más”. Sawaki Roshi también dijo: “zazen significa sentarse firmemente mientras falta algo”.

Hay un famoso koan Zen, conocido en Japón normalmente como el “koan del caracter Mu”. Es sobre un monje que pregunta al maestro: “¿Y este perro. Tiene naturaleza de buda o no (mu)?”. Y el maestro contesta “¡Mu (no)!”.

La palabra “koan” literalmente significa “caso público”, como un intercambio entre el profesor y el alumno o algún dicho o caso de algún maestro que más tarde sirvió como modelo de expresión de la verdad. Recientemente, la palabra “koan” se ha empezado a usar para referirse a cada pregunta de la recopilación que un monje tiene que ir “resolviendo” durante su tiempo de formación con un profesor de koan. El estudiante entra en la habitación y se encuentra cara a cara con el maestro, lo cual se llama “dokusan”. Primero el estudiante lee el koan, luego el profesor le pregunta por la respuesta. El estudiante ha preparado ya una frase o una acción para expresar su comprensión. Si el profesor la aprueba, el estudiante continuará con el siguiente koan, si no lo intentará de nuevo con el mismo. En el caso del “koan del caracter Mu”, el estudiante seguramente pasará si simplemente grita “¡Muuuuuuu!” con una voz profunda que salga directamente de su “hara”, para demostrar que se ha “hecho uno con Mu”. Es importante señalar que el koan se llama “koan del caracter Mu” en japonés y no “koan Mu”. Porque se trata de hacerse uno con el caracter Mu, no hacerse uno con algo como “la nada absoluto” o “el concepto místico oriental de vacío” como algunos filósofos han pensado. Como koan moderno, “Mu” no tiene otro significado que “¡Muuuuuuu!”.

Otros koan requieren que el estudiante pegue una bofetada al maestro o hagan como que se hacen pis en él. Las respuestas a los koan pueden ser de hecho tan inocentes y entretenidas como el juego de los niños. No es exactamente lo que llamaríamos “práctica del adulto”, los koan en algunas tradiciones zen se usan como medio para llegar a una meta, y no como meta en sí mismos. Como instrumento para llegar a una meta yo creo que los koan sirven para liberarnos de la prisión del exceso de pensamientos de nuestra mente. Pero esta liberación de los pensamientos tiene lugar a través de una infantilización artificial de nosotros mismos, como volver a un estado de bebé – en el zen esto se llama “volverse completamente idiota”. En algunas tradiciones, “volverse completamente idiota” se considera el primer paso necesario para la práctica zen.

Bueno, no quiero seguir discutiendo sobre las ventajas e inconvenientes del “zen koan”. Me gustaría concentrarme en algunos aspectos interesantes del “koan del carácter Mu”. Cuando el monje pregunta: “¿Y este perro. Tiene la naturaleza de buda o no?”, no solo se refiere a cualquier perro. Cuando dice “perro” también se refiere a esa parte de sí mismo que se puede expresar mejor como “perro”. El Budismo enseña que todos somos budas, ¿pero puede ser que este parte “perro” nuestra sea buda? La respuesta del maestro no fue “¡Muuuuuuu!”, sino un tajante “¡no!”. Hay una clara diferencia entre un iluso ser humano y un buda. Como ilusos seres humanos, estamos lejos de ser “budas tal y como somos”. El koan continúa con otra pregunta del estudiante: “si el Budismo enseña que todo tiene naturaleza de buda, ¿cómo es que este perro, yo mismo, no la tiene?” El maestro responde: “por la naturaleza kármica”. Como budas, tenemos naturaleza de buda, cierto, pero como seres ilusos nuestra naturaleza es “karma”, y vivir nuestra vida arrastrados por el karma es muy diferente de vivir como un buda.

Es interesante, porque este maestro, en otro momento, respondió a la misma pregunta de manera opuesta. El monje pregunta “¿Y este perro. Tiene naturaleza de buda o no?”, y el maestro contesta “¡si que la tiene!”. Ni siquiera para un perro, como tú o como yo, hay manera de escapar de la realidad absoluta, de la “naturaleza de buda”. Un ser humano iluso no es lo mismo que un buda, pero tampoco se pueden separar. Un buda trasciende al ser humano, pero al mismo tiempo abarca y abraza al ser humano. El monje continúa: “Dices que este perro tiene naturaleza de buda, pero ¿por qué la naturaleza pura de buda se manifiesta en ese feo estado de la existencia?”. Cuando me miro a mi mismo honestamente veo sólo deseos, odio, falsa ilusión - ¿cómo podría la “naturaleza de buda” manifestarse aquí? La famosa respuesta del maestro es: “es algo intencionado”. Un ser iluso no es más que un ser iluso. Un buda no es menos que un buda. Un ser iluso y un buda no son la misma cosa, pero cuando un ser humano iluso, en medio del karma y la falsa ilusión, toma refugio en los votos y vive una vida de práctica, el ser con naturaleza de karma se convierte en un ser con naturaleza de votos, y un buda y un bodhisattva, un verdadero adulto, se manifiesta deliberadamente. Un bodhisattva o adulto es un ser que vive en la falsa ilusión siguiendo los votos. Buda y ser humano nunca se pueden separar, aunque tampoco son uno. Vivir siguiendo los votos, vivir como adulto responsable, y vivir en el karma, como un niño grande, son dos formas completamente diferentes de vivir nuestras vidas. Un adulto elige “deliberadamente” usar esta existencia kármica humana para vivir la vía de buda.

Soy iluso, y soy buda. Soy un niño grande y soy un verdadero adulto al mismo tiempo. La cuestión es cómo estas dos partes de mí se relacionan entre sí. Igual que una madre lleva a su hijo de la mano, mi adulto guía a mi parte infantil dejándola seguir la fuerza de gravedad de zazen. No hay ninguna necesidad de intentar de forma neurótica “educarme” a mí mismo, como hacen algunas madres cuando su hijo no para de llorar. Cuando el padre ama a su hijo de forma natural, y el hijo de forma natural sigue al padre, se hace obvio cómo el ser iluso y kármico, el “perro”, está al mismo tiempo conectado al buda adulto o bodhisattva que vive siguiendo los votos.

Zazen significa sentarse firmemente mientras algo falta”.

Ser traspasado por la mirada de zazen, ser reprendido por zazen, ser obstruido por zazen, ser arrastrado por zazen para un lado y para el otro, llorar todo el tiempo – ¿no es esta la forma más feliz de vivir que podemos pensar?”.

Solo con la resolución firme y estable de un adulto podemos probar esta “felicidad”. Desgraciadamente, no existe para mentalidades de tres años. Para mí el adulto firme y estable y el niño de tres años para quien siempre falta algo, existen paralelamente. Pero esta doble estructura no es una forma de esquizofrenia o de auto-contradicción. Si practicamos de forma madura, esta estructura inherente que tenemos puede dar un gran impulso a nuestra práctica. En el Genjokoan, Dogen Zenji dice: “Cuando el dharma todavía no llena el cuerpo-y-mente, piensas que ya tienes suficiente dharma. Cuando el dharma llena el cuerpo-y-mente, te das cuenta de que falta una parte”.

Cuando nos referimos a la práctica del dharma, pensar que ya tenemos suficiente es infantil. Es ahí donde el adulto se da cuenta de que “todavía falta algo”. Cuando estamos satisfechos con nuestro zazen, es seguro que hay algún fallo en nuestro zazen. Por el contrario, es cuando practicamos zazen de verdad cuando nos damos cuenta de que todavía falta una parte. Nada falta en la parte de zazen, claro. Pero como seres humanos tenemos defectos, nuestro lado infantil, y cuanto más madura se hage nuestra práctica más claramente nos daremos cuenta de nuestro lado infantil e iluso. Gracias a darnos cuenta de esto seguimos practicando y dedicándonos a la vía, mirándonos a nosotros mismos desde diferentes ángulos. En el momento en que estamos satisfechos con nuestra práctica, que nos felicitamos por nuestros logros, hemos vuelto al estado en el que se piensa que ya tenemos suficiente de lo que nunca se puede tener suficiente: Dharma. Y es sólo cuestión de tiempo que volvamos a quejarnos y lloriquear por que “todavía falta algo”. Lo único que falta es un acercamiento maduro y responsable a nuestra práctica.

Además de “pequeño deseo” y “saber que ya se tiene suficiente”, hay otras seis cosas de las que se da cuenta un verdadero adulto: “Disfrutar la quietud (no ocuparnos con cosas irrelevantes)”, “Esforzarse en practicar (asumir la responsabilidad de nuestra vida)”, “No olvidar nuestra resolución (¿Por qué practico?)”, “Practicar samadhi (manifestar zazen con el cuerpo)”, “Practicar la sabiduría (poner “la práctica del adulto” realmente en práctica)”, “No hablar superficialmente (mera teoría)”. En vez de explicar el resto de las características, me gustaría hablar un poco sobre cómo llegué a Antaiji por primera vez y lo que experimenté allí. 

Continuará. 


Muhō Nölke 
http://antaiji.dogen-zen.de/esp/abbotmuho.shtml

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Traducido y publicado con la autorización del autor

Traducción: Susana Dauden

Fotografía: Roberto Poveda. La otra orilla, Dinamarca, 2012



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