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Channel: Huellas del Zen
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Zazen. Dai Do Massimo Strumia

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Mucho se ha dicho y mucho se ha escrito sobre el Zen. Quién crea que el Zen es una religión o una filosofía se equivoca. El Zen, o mejor la esencia intrínseca del Zen, huye de estas dos definiciones, como de cualquier otra definición imaginable.

Es esta esencia indefinible e incomunicable la que hace que el Zen aparezca allí donde no se le espera y desaparezca allí donde se le espera. Cada vez que intentamos atraparlo huye deslizándose entre los dedos.

Podremos buscar hasta el infinito modos para expresarlo, encerrarlo y empaquetarlo con las palabras de la lógica; siempre se escapará por que precisamente este escaparse es su esencia íntima.

El Zen no es algo de lo que un día alguien puede decir: “¡Aquí está, lo he tocado!”

Ir en su búsqueda significa partir de viaje sabiendo de entrada que no encontraremos la “cosa” por la que estamos partiendo, pero no ir en su búsqueda significa negarnos a nosotros mismos una posibilidad de ver.

Por tanto parece imposible acercarse a esta esencia sin que huya eternamente, impalpable e indefinible. Este es el motivo por el que a menudo los maestros intentan indicar la vía a los discípulos renunciando al uso de la lógica habitual y confiando el mensaje del Zen a lo imprevisto y a veces al absurdo. A un interrogatorio lógico pueden oponer una respuesta absurda o, cuanto menos, no pertinente en relación a la pregunta. Por ejemplo, a la pregunta “¿Quién es Buda?”, se puede oír responder “un trozo de estiércol seco”, o cualquier otra cosa.

Hasta el infinito nuestra mente puede intentar alcanzar el Zen con los medios que tiene a sus disposición. Podrá tensarse hasta el espasmo, pero verá huir su objetivo cada vez que busque atraparlo y adueñarse de él.

El Zen se experimenta con el corazón, no con el cerebro. El solo vendrá a nosotros cuando dejemos de buscarlo, poniéndonos con mucha energía y humildad a practicar la vía del Buda que es zazen.

Zazen significa literalmente “sentarse en el Zen” y es en si mismo punto de partida y punto de llegada.

Zazen no es meditación y no es ni siquiera una forma de concentración mental.

Zazen es algo similar a una inmersión. Inmersión en aquella profundidad donde “esto-eso”, “tu-yo” desaparecen y aparece en toda su resplandeciente claridad la esencia de las cosas de este mundo. Practicar con la intención de alcanzar individualmente esta claridad es sin embargo la causa de la imposibilidad de alcanzarla.

Zazen se practica sin intención, por que en realidad no somos nosotros los que hacemos zazen, sino que es zazen quien se hace por si mismo en nosotros cuando nos ponemos con confianza en la correcta actitud interior.

Si digo: “Practicaré zazen para obtener la iluminación, el satori, el nirvana”, estoy seguramente muy lejos de la comprensión de la profunda enseñanza del Buda.

No hemos de creer que el simple hecho de practicar zazen nos conduzca por si mismo a aquella experiencia. Zazen por si mismo no es bastante. No existe en nuestra jornada un tiempo para la vida ordinaria y un tiempo para el zazen. Zazen y vida cotidiana deben convertirse en una completa unidad, una cosa debe de ser la prolongación natural de la otra.

Zen es ante todo vida, la vida en todos sus aspectos, positivos y negativos, agradables y desagradables, vivida en toda su plenitud, en profundo respeto por cada mínimo detalle.

El maestro Dōgen decía refiriéndose a la vida de un cocinero: “Tratar cada grano de arroz como a un Buda y hacer de una simple legumbre un templo”.

Esto implica necesariamente un gran amor y respeto por las cosas que nos rodean. Tomar conciencia de la realidad y vivir en armonía con todo aquello que nos circunda es ya satori, es ya iluminación.

Cada ser en lo profundo de si mismo es ya Buda. Zazen simplemente nos ayuda a experimentar esto de forma directa, sin pasar a través de los tortuosos laberintos del intelecto y de la lógica.

Sin tregua, incesantemente, los pensamiento desfilan a través de nuestra mente.

Un pensamiento aflora y se forma originado por un pensamiento precedente y, por asociación automática, crea la base para un pensamiento posterior. En un continuo intercambio se alternan, sostenidas por los pensamientos, nuestras sensaciones, las alegrías y los dolores. En cualquier caso, sin embargo, los pensamientos no tienen ninguna relación real con aquello que se va, poco a poco, viviendo.

El pensamiento es proyectado siempre hacia el pasado (recuerdos de hechos y sensaciones que nada tienen que hacercon el presente) o bien hacia el futuro (imaginaciones, deseos de algo que todavía no existe y que se desea, etc.).

Durante la práctica de zazen debemos ponernos como espectadores en relación al fluir de los pensamientos, hasta darnos cuenta claramente de los sutiles mecanismos que los producen y los concatenan.

Un pensamiento nace y, para poder existir, intenta inmediatamente echar raíces. Para lograrlo se desarrolla inevitablemente en una serie sucesiva de pensamientos.

¿Qué podemos hacer para poner fin a esta cadena que nos ata tan estrechamente? Ciertamente no podemos cerrar el paso de un río y pretender que no se colme hasta originar un lago artificial; lo que, en cualquier caso, no hará sino producir otro río, tan solo, quizás, en una dirección distinta; ni podemos, de este río, ignorar su existencia si, aunque solo sea una vez, lo hemos vislumbrado en un relámpago de lucidez.

Todo lo que podemos hacer es solo ver y dejar que fluya naturalmente siguiendo su recorrido, con sus curvas y sus ensenadas.

Allí donde existen llanuras se alargará dulcemente, donde hay precipicios se precipitará violentamente convirtiéndose en vapor y espuma, hasta el gran océano donde todos los ríos pierden su nombre y su forma.



Dai Do Massimo Strumia. Presenza consapevole, Shikan Taza
Libreria Editrice Psiche (Torino 1999)



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Traducción: Roberto Poveda
Fotografía: Zazen en un jardín sueco, Roberto Poveda


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