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La orientación y la meta. Kosho Uchiyama

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Han pasado alrededor de 1400 años desde que el Budismo fue introducido en Japón y hoy en día el país es considerado budista. Sin embargo he oído decir que cuando los extranjeros preguntan qué tipo de religión es el Budismo, se quedan perplejos cuando ven que nadie sabe dar una respuesta precisa. Por otra parte pocos japoneses creen verdaderamente hoy en el Budismo y habitualmente, en la mejor de las hipótesis, tan solo conocen el nombre del templo en el que están sepultados sus antepasados. ¿Cual es el motivo? Quizás el motivo principal, que no se puede explicar fácilmente, es la pereza y la negligencia del clero.

También creo que existe otro motivo que no se puede ignorar, este es que la religión es muy profunda y difícil de comprender. Es fácil entender el concepto de la existencia de un dios con determinadas características y una cierta enseñanza que, si seguís su doctrina, os concederá la gracia divina y os asegurará la ascensión al paraíso. Y al contrario, si no seguís su doctrina, sufriréis, seréis infelices y terminaréis en el infierno. Una enseñanza así, que define como mal la desventura y el infierno y como bien la felicidad y el paraíso, coincide exactamente con los deseos egocéntricos humanos. Es lógico que tal “fe” parezca clarísima. En cambio, como he dicho antes, la fe en el Budismo es la capacidad de ver la felicidad y la infelicidad, el paraíso y el infierno, todos del mismo modo, y de manifestar la vida del propio Si Mismo total en cualquier circunstancia. Es un campo que no se corresponde para nada a las expectativas de los deseos egocéntricos humanos.

Aquello que debatiré a continuación es contradictorio y sin duda habría sido difícil de entender por los japoneses de la época feudal, por que en aquel tiempo prevalecía la tendencia de mantener a la gente ignorante, constriñéndola a depender del gobierno. Sin embargo, en el Japón moderno, el nivel de instrucción ha subido notablemente, prescindiendo del estatus social del individuo. Por otra parte vivimos en una época de gran bienestar. Estoy seguro que los lectores actuales estarán en condiciones de leer las enseñanzas budistas más participativamente, y que no solo comprenderán las profundas sutilezas del budismo, sino que también serán capaces de darse cuenta de como operan en sus vidas cotidianas.

En el Shushō-gi existen los dos fragmentos siguientes: «Por que todo es impermanente, no se puede contar con nada. Como una gota de rocío sobre una hoja de hierba a lo largo del sendero que de repente se desvanece, ¿quién sabe cuando terminará la vida? Este cuerpo no es ciertamente una posesión mía. La vida, cambiando en el tiempo, no se para ni siquiera un instante». Poco después encontramos la segunda frase: «Fundamentalmente, la ley de causa y efecto opera clara e imparcialmente prescindiendo de mi voluntad. Sin excepción alguna quién realiza acciones malvadas cae, mientras que quién actúa bien prospera».

Si las examinamos con atención, las dos afirmaciones son completamente contradictorias. La primera tiene que ver con la inpermanencia. Todo se trasforma continuamente y eso significa que no se puede acumular nada, ni riqueza, ni salud, ni hijos. Si os ponéis como finalidad acumulaciones así, estaréis finalmente insatisfechos. La segunda afirmación presenta el mundo de causa y efecto: una buena causa dará un buen resultado y una mala causa dará uno malo. El resultado de una acción influencia la acción sucesiva. Entonces, ¿cómo tenemos que interpretar estas dos acciones completamente contradictorias?

He aquí el esbozo, un poco esquemático, de un modo de vivir quizás compartido por muchas personas: un joven se vuelve consciente de la propia vida y comienza a pensar qué hacer. Se imagina que todo es inpermanente, la vida breve, y que nadie sabe cuando debe morir. Concluye que el modo mejor de vivir es hacer todo aquello que se desea y, una vez llegado al final del camino, muere simplemente. Por tanto, continua realizando su propia conveniencia, permitiéndose todo. Finalmente le falta dinero y contrae la tuberculosis y una enfermedad venérea. Piensa que su hora casi ha llegado y decide por ello una última locura: un atraco a un banco. Mientras comete el atraco agrede a un hombre con un cuchillo y es arrestado a continuación. Seguidamente intenta suicidarse cortándose el cuello, pero la tentativa fracasa. Es condenado a siete años de prisión y sufre ininterrumpidamente por la tisis y la enfermedad venérea. Tras la excarcelación la sociedad le vuelve la espalda porque es un ex-recluso y ha perdido tanto el coraje de continuar su vida como el de suicidarse.

Este hombre ha fundado su propia concepción de la vida pensando erróneamente solo en términos de inpermanencia. Concluyendo que la vida es breve y que nadie sabe cuando deberá morir se abandona a la desesperación y precisamente entonces se pone en primer plano la ley de causa y efecto. Dormir con prostitutas y llevar una vida disoluta la ha llevado a contraer un enfermedad venérea y la tuberculosis; convertirse en un ladrón lo ha llevado a ser un ex-recluso y, cuando ya no puede suicidarse, tiene que sufrir la consecuencias de todas sus acciones precedentes.

Sin embargo, quien piensa solo en términos de causa y efecto y cree que la existencia consiste únicamente en la adquisición de dinero y salud y dedica su propia vida tan solo a ese fin, puede morir en un incidente de circulación. Por mucho que se haya vuelto fuerte con el ejercicio y el culturismo, no le servirá de nada contra un automóvil.

Todos nosotros conocemos uno o dos casos similares: los padres ponen todas sus esperanzas en un niño, que se revela un vagabundo ingrato disipando las riquezas familiares y haciéndoles siempre sufrir. Finalmente se arrepienten incluso de haberlo traído al mundo.

Si dais demasiada importancia a la causa y efecto, muy probablemente aparecerá la inpermanencia, o bien la causa y efecto actuaran de forma extraña e inesperada.  Cuando no enfrentamos a tales ejemplo estamos ciertamente desorientados de frente a la forma correcta de vivir.

En el budismo la concepción que considera inpermanente la vida en el mundo e inútil nuestro intento de acumular cualquier cosa es definida como danken; en cambio el modo de vivir que sostiene la necesidad de acumular cosas y que se basa únicamente sobre las metas limitadas de la riqueza, la salud o la descendencia, es llamada jōken. Ambas concepciones, danken y jōken1, son consideradas unilaterales , y son aquello que ha llevado a la exposición de la Vía del Medio.

Vía del Medio no significa media vía, o vía incompleta. Ni indica un compromiso cualquiera acomodaticio y frustrado, o un vacío eclecticismo. Mas bien Vía del Medio significa aceptar tal contradicción entre inpermanencia y causa-efecto dentro de nuestra misma vida. Aceptar la contradicción significa tolerar; y asimilar la contradicción sin ser aporreados ni intentar resolverla es nuestra fuerza vital.

Concretamente, en los términos de nuestra conducta cotidiana, esto significa vivir sin plantarse metas, aun teniendo una orientación. Puesto que todo es inpermanente, no se puede decir aquello que nos puede suceder dentro de un minuto; ¡incluso podríamos morir! Ponerse una meta o un objetivo quiere decir ir al encuentro de la insatisfacción, viendo que las cosas van en la dirección opuesta. Sin embargo, si decidimos que no existe ninguna orientación actual, por que no tenemos metas o esperanzas futuras, ciertamente estaremos en dificultades. El Tenzo Kyōku enseña que la noche antes nos deberemos preparar para la mañana siguiente: «Por tanto, todos los responsables se encuentran en la cocina o en la despensa y deciden que tipo de alimento se debe de preparar para el día siguiente; por ejemplo, el tipo de harina de arroz, las verduras y los condimentos. El Chanyuan Qinggui dice: “Al decidir la cantidad de alimento y el numero de guarniciones para el desayuno y La comida, el tenzo deberá consultar a los otros responsables... cuando han elegido los platos deberán exponer el menú sobre el tablón de avisos delante de la estancia del abad, como también ante la estancia para el estudio. Después de ello, pueden comenzar los preparativos para el desayuno de la mañana siguiente”»

En el fragmento citado, aparentemente un tarea administrativa ordinaria, podemos descubrir una enseñanza extremadamente vital. En nuestro mundo de inpermanencia, no tenemos ni idea de aquello que puede suceder durante la noche; quizás habrá un terremoto o un fuego desastroso, estallará una guerra o tal vez una revolución, o bien podemos morir. No obstante, nos dice que preparemos las gachas para la mañana siguiente y decidamos los platos. Además, es nuestro trabajo de esta noche. Al preparar la comida para la mañana siguiente no se fija ninguna meta para mañana. Sin embargo nuestra dirección ahora es clara, preparar las gachas de mañana. Precisamente aquí se manifiesta nuestra comprensión de la inpermanencia de todas las cosas, mientras que al mismo tiempo nuestra actividad revela el conocimiento de la ley de causa y efecto. En esa práctica cotidiana de preparar por la tarde el desayuno de mañana está la clave de la actitud necesaria para hacer frente a la contradicción absoluta entre inpermanencia y causa-efecto.

Muy a menudo vivimos agarrados a alguna meta futura sin pensar nuestra orientación presente, o la orientación total de nuestra vida. Cuando cesamos de proyectar en el futuro metas y esperanzas y rechazamos dejarnos guiar por ellas, aun esforzándonos por purificar nuestra vida, es decir la orientación del presente, descubrimos una práctica viva y dinámica. En el punto crítico de esta contradicción comenzaremos a comprender la función del tenzo.


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Kosho Uchiyama Rōshi "Istruzioni a un cuoco zen". Cap. VIII

Traducción y fotgrafía: Roberto Poveda

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