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Práctica adulta 2 - ¿Qué practicamos?. Muhō Nölke

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Continúo con mis reflexiones sobre la “práctica adulta”. Seguramente me costará un par de meses o más completar esta serie, pero me gustaría mucho que me siguieseis. Esta vez empezaré comentando los primeros párrafos de la “Guía a Antaiji”, un texto que damos a todos los que nos visitan y que también está colgado en la página web:
   
"¿Por qué vienes aquí?

Antaiji es un templo entregado a la práctica de Zen como expresión natural de la vida.

Zazen y el trabajo no se practican como una parte del día, sino que las 24 horas del día en sí mismas son la manifestación del Zen. En Antaiji no hay otras prácticas especiales, enseñanzas, técnicas de meditación, conocimiento, o guía espiritual que ofrecerte. No es un lugar donde entrar en contacto con el misterio de Oriente, tener experiencias ocultas o conocer un poco la cultura japonesa.

Es un lugar donde puedes crear tu vida como la práctica del boddhisattva. Aunque se espera que vivas de forma armoniosa con el resto de personas, la responsabilidad de tu práctica recae solamente sobre ti. No hay nadie que pueda vivir tu vida por ti. Nadie que te pueda limpiar el culo.

Lo más importante es no usar la vía de buda para tu propio beneficio, sino dejar de lado tus ideas y entregarte completamente a la práctica de la vía.

Por eso, tienes que tener claro en qué se basa tu práctica y el motivo que te trae aquí. Si esperas de tu estancia algo más que lo que la vida te trae en este mismo instante, sin duda te llevarás una decepción. Estate seguro/a de que sabes por qué quieres venir aquí. No te fastidies a ti mismo ni a los demás.”


Escribí esto hace 10 años como guía para los extranjeros que venían a practicar a Antaiji. Tenía 25 años y estaba de intercambio en la Universidad de Kioto. Visitaba Antaiji durante las sesshin mensuales, antes de ordenarme como monje. El Abad, que se convertiría después en mi maestro, me pidió que escribiera una pequeña guía en inglés para los visitantes extranjeros. Después la traduje al japonés y todavía ahora la usan todos los visitantes.

Lo que escribí es bastante pretencioso para alguien que ni siquiera era monje todavía. Había estado 6 meses en Antaiji cuando tenía 22 años, pero en aquel momento era más un “espectador” de la vida zen. Entendía la práctica del boddhisattva intelectualmente, sin ver realmente lo mucho que cuesta poner todo eso en práctica en la vida diaria, 365 días al año, durante una vida entera. Después de hacerme monje en Antaiji, tuve afortunadamente la oportunidad de hacer desaparecer ese espacio entre el ideal y la realidad cuando tuve que empezar a poner en práctica todo lo que había escrito.

De todas formas, ¿qué me hizo escribir ese texto cuando todavía era un estudiante de intercambio? La razón principal, creo, es que me di cuenta de que durante mis primeros 10 años practicando zazen (la primera vez fue cuando tenía 16 años), mi práctica había seguido una dirección completamente equivocada. Había estado buscando alguna clase de sabiduría oriental, o alguna clase de sabiduría que trasciende Oriente y Occidente y desafía la lógica ordinaria. La gente lo llama iluminación, satori, verdadero yo o sentido de la vida. Los buscadores de la verdad han estado buscándolo durante siglos. Yo también pensaba que lo estaba buscando. Pero cuanto más intentaba alcanzarlo más lejos parecía que se alejaba. Tuve que irme al otro lado del mundo (¿cómo podía encontrarse la Verdad Absoluta en un lugar como Alemania?) sin ni siquiera darme cuenta de que en cada momento del presente, la vida ya se realiza por sí misma. La verdad se manifiesta todo el tiempo, solo que nunca me había importado darme cuenta, porque estaba buscando por otro camino cosas que se supone que están muy lejos: Satori, sabiduría, etc.

La primera vez que tuve una vaga idea de que mis esfuerzos estaban yendo en la dirección errónea fue durante mis primeros seis meses en Antaiji, cuando tenía 22 años. Sentí que había encontrado el lugar donde hacerme monje, aunque pensaba que antes de entrar en la vía de buda debía terminar primero mis estudios en la Universidad. En Antaiji encontré un monasterio construido en un lugar prácticamente perfecto, con un maestro en quién podía confiar y un par de monjes más antiguos a quienes podía respetar también. Aunque también encontré otros monjes que me hacían preguntarme cómo habían llegado hasta allí y qué estaban practicando. Parecía que  no hacían otra cosa que dormir, comer, y fastidiar a los novatos… aunque pensándolo ahora, se trataba probablemente de otra proyección de mi mente inmadura.


Continuará

 

Muhō Nölke 
http://antaiji.dogen-zen.de/esp/abbotmuho.shtml 
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Traducido y publicado con la autorización del autor
Traducción: Susana Dauden 
Fotografía: Antaiji, cosecha de arroz, 2012




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