El zazen de Dōgen Zenji no debe ser algo separado de nuestra vida o del buddhadharma. No debemos practicar zazen solamente para tener algún kenshō extatico o la experiencia del satori. La naturaleza de zazen debe ser tal que guíe nuestra vida a la luz de las más innegables verdades vitales. Aunque el Tenzo Kyōkun nos diga detalladamente como debemos preparar y tener cuidado de nuestra vida cotidiana en base a este tipo de zazen, todavía debemos plantearnos la pregunta fundamental: ¿que es zazen?
El fragmento siguiente del Shōbō-genzō Zuimonki 3.18 (Edición Chōen-ji) expresa muy bien su naturaleza: “Zazen es la verdadera forma del Sí mismo”. Muy a menudo en la vida cotidiana perdemos de vista nuestro verdadero Sí mismo. Zazen nos muestra esa visión. En el Genjō Kōan Dōgen dice: “Estudiar la Vía de los Budas quiere decir estudiar el Sí mismo”.
Podemos aclara una expresión así con un ejemplo que aparece a menudo en las cartas a los periódicos. “Mi matrimonio ha sido un matrimonio de conveniencia, pero hace poco me he enamorado verdaderamente de una joven y quiero casarme con ella. Os ruego decirme que debería hacer”. A menudo los hombres se lamentan por un problema así de ridículo. Quizás doy la impresión de que para mi es distinto, pero no es así. Cuando era joven sufrí por ese mismo problema, por tanto no me estoy riendo de nadie. Me he atormentado terriblemente por algo similar y, en mi vida, termine por destruir dos amores a fuerza de lamentos.
Precisamente por que he sufrido el mismo tormento he llegado a comprender que el problema está en la palabra “verdaderamente” de la frase “me he enamorado verdaderamente”. Brevemente, diré que haber encontrado una persona que amáis más que a vuestra mujer puede ser un hecho que existe como un pensamiento o un sentimiento en vuestro corazón, pero no es válido parangonar un hecho, por muy real que pueda parecer, con la verdad. Es solo un auto-engaño, nosotros nos engañamos creyendo que un hecho existente en nuestra mente es la verdad absoluta.
Este es solo un ejemplo, pero si lo pensáis, ilusiones similares suceden cada día. Últimamente los jóvenes dejan crecer su cabello según la moda de los hippies y los padres se sorprenden y les dicen que se los corten porque parecen poco aseados. Los jóvenes, sin embargo, insisten en dejarlos crecer naturalmente. Nace una divergencia de opiniones. Las divergencias de opiniones sobre el corte del pelo evidentemente no son muy graves, pero pronto comienzan a desarrollarse problemas mayores. De una cosa nace otra, hasta que toda la relación familiar se derrumba, los hijos se van de casa y todos pierden completamente la razón.
Tales divergencias de opiniones se producen a menudo entre las madres jóvenes y las suegras. La suegra no soporta que la madre trate severamente al niño, mientras la madre piensa que la suegra lo consiente demasiado y que acaba por mimarlo en exceso.
Estos conflictos de ideas y opiniones no se limitan a estos entre padres e hijos o entre parientes políticos, invaden también el campo internacional, como en los diversos puntos de vista del capitalismo y el comunismo. Si estos conflictos de ideas llevan a guerra en nuestra época, pondrán ciertamente en peligro el destino de toda la humanidad. Podéis ver así como puntos de vista divergentes llevan a resultados catastróficos.
¿Porqué se producen tales divergencias? Fundamentalmente por que pensamos que una determinada idea es una realidad, y nos engañamos creyendo que aquella realidad es la verdad absoluta. Al afrontar una particular situación sería hermoso si a todos nos vinieran a la mente los mismos pensamientos, pero no es así. Igual que el rostro de un hombre es distinto del de otro, es inevitable que las ideas que nacen en la mente de cada uno deban de ser distintas. Pero, si nos apegamos excesivamente a nuestras ideas y comenzamos a considerarlas ejemplos de una verdad incontestable, esto nos llevará necesariamente a un conflicto de opiniones que puede concluir en la guerra.
El primer príncipe budista de Japón, Shōtoku Taishi, afirmó con claridad en la Constitución de los Diecisiete Artículos: “Todo los hombres tienen una mente propia y la mente de cada uno ve las cosas de modo distinto. Cuando otro tiene razón, yo estoy equivocado. Cuando yo tengo razón el otro está equivocado. Yo no soy necesariamente sabio y los otros no son necesariamente locos. Seamos todos solo hombres ordinarios”.
Esta última afirmación, “seamos todos solo hombres ordinarios”, es realmente la más cercana a la verdad. Tal comprensión es ciertamente más importante que el estar atado de modo obsesivo a las propias ideas de justicia o rectitud, lo cual llevará tan solo a la discordia, a la lucha y a la guerra. Cuando cada uno se apega a las propias ideas e insiste sobre su corrección, nos estimulamos estimulamos mutuamente a hacer los mismo y, en el campo internacional, terminamos por entrar en guerra. ¿Qué otra cosa podemos decir sino que hemos perdido completamente de vista la verdadera y absoluta naturaleza de la vida? ¿Cómo podemos demostrar nuestra comprensión de tal naturaleza absoluta de las cosas sino volviendo a entrar en posesión de las plenas facultades mentales? En el budismo salud de mente significa vivir sin perder de vista la verdadera forma del Sí mismo.
Habitualmente nos dejamos estimular por los pensamientos y las sensaciones que llenan nuestra mente. Cuando hacemos zazen los abandonamos todos y alcanzamos un frescor, una verdadera salud de mente. Esta es la única y verdadera forma del Sí mismo. Cuando practicamos zazen debemos abandonar todas las ideas que surgen, por muy espantosas o grandiosas que sean. Así nuestra verdadera forma se manifiesta espontáneamente. El Tenzo Kyōkun la llama mente magnánima o grande.
“La Mente Magnánima [o daishin] es como una montaña, estable e imparcial. Parangonándola al océano, es tolerante y considera cualquier cosa desde la perspectiva más amplia”.
En el budismo el término dai, o grande, no tiene nunca el significado de “grande” en oposición a “pequeño”. Si pensamos “grande“ de este modo, se convierte tan solo en un comparativo relativo que no indica de ninguna forma la grandeza efectiva.
Por ejemplo, con relación a un electrón los ojos de la pulga son enormes, pero en relación a una ballena la ballena es evidentemente mucho más grande. Comparándola con la tierra la ballena es pequeñísima y respecto a la galaxia la tierra es infinitesimal. Si pensáis que la Vía Láctea es grande, no es en realidad casi nada en comparación con el espacio del universo. ¿Es por tanto el universo la cosa más grande? Yo diría que no, porque la medida del universo como la entidad más grande no es otra cosa que un concepto de nuestra mente; y qué somos nosotros, seres humanos, sino una especie de hongo que vive sobre la superficie de la tierra. Por tanto: ¿Qué es grande?, ¿Qué es pequeño?
Mientras continuemos haciendo comparaciones intelectuales no hay modo de de decir qué es lo “grande”. Mientras lo “grande” sea algo contrapuesto a lo “pequeño” será siempre un concepto relativo. El budismo no se detiene nunca en estos pensamientos comparativos. Al contrario, “grande” significa dejar de hacer comparaciones entre grande y pequeño. Al mismo tiempo, significa también dejar de pensar únicamente en términos de blanco/negro, amor/odio, correcto/equivocado, bien/mal, paraíso/infierno, iluminación/ilusión. En otras palabras, “grande” significa no abandonarse al pensamiento discriminador, o no prestarle más atención.
En el fragmento que he citado antes del Fukan Zazen-gi, en el que Dōgen Zenji escribe “Renunciar a todo vínculo, dejar de lado toda actividad”, afirma que zazen mismo es la Gran Mente. Magnánima [Gran Mente] significa estar carente de preconceptos y rechazar tomar una posición”.
En este punto surge un problema que concierne evidentemente al significado de no discriminar entre bien y mal, cosas placenteras y displacenteras. Si decimos que es importante dar, ello no significa que debamos dar las llaves de casa a un ladrón, o un fusil a un loco. Si una mujer quiere hacer el amor con cualquiera, sin preocuparse de quién sea el hombre, no se convierte en otra cosa que en una prostituta. No podemos actuar sin escoger o discriminar.
Sin embargo, ¿de qué otra forma que como seniles podemos definir a aquellos que nutren pensamientos tan cristalizados como para creer que los propios conceptos de bien y mal sean irrefutables, y que se atrincheran en su modo de pensar hasta quedar sepultados? Zazen toma la mente senil, aquella mente restringida nuestra que discrimina constantemente entre bien y mal, y la elimina. Vuelve la mente más flexible y capaz de ver desde una perspectiva más amplia. Zazen la vuelve parecida a una alta montaña y a un gran océano.
Del libro de Koso Uchiyama "Instruzione a un cuoco zen". Ubaldini Editore. Roma, 1986
Traducción y fotografía: Roberto Poveda Anadón